Powered By Blogger

viernes, 29 de abril de 2011

EL PENSAMIENTO DE JOHN LOCKE


El pensamiento de John Locke y la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII
1. Introducción. Las ideas de Locke son base de las del liberalismo y de la democracia contemporánea. John Locke (1632-1704) fue un filósofo, pedagogo y médico inglés que se destacó en la epistemología o teoría del conocimiento, la política, la educación y la medicina. Es considerado el fundador del empirismo moderno y el primer gran teórico del liberalismo.
Locke sostenía que “nada hay en el entendimiento que previamente no haya estado en los sentidos”, contraponiéndose a la doctrina cartesiana de las ideas innatas. La mente del hombre, cuando nace, es como un papel en blanco, sin idea de Dios ni de ninguna cosa. La base del conocimiento son las ideas simples que proceden de la experiencia sensible, mientras que las ideas complejas no son más que fusiones y combinaciones de las anteriores. Rechazó los puntos de vista metafísicos afirmando que nada podemos saber con certeza acerca de la naturaleza esencial de las cosas ni de la finalidad del universo. Al pensador político se lo aprecia como el padre del liberalismo por sostener que todo gobierno surge de un pacto o contrato revocable entre individuos, con el propósito de proteger la vida, la libertad y la propiedad de las personas, teniendo los signatarios el derecho a retirar su confianza al gobernante y rebelarse cuando éste no cumple con su función.
El liberalismo surge como consecuencia de la lucha de la burguesía contra la nobleza y la Iglesia, queriendo acceder al control político del Estado y buscando superar los obstáculos que el orden jurídico feudal oponía al libre desarrollo de la economía y la sociedad. Se trata de una afirmación de la libertad del individuo y de la limitación de los poderes del Estado. El estilo de Locke, en contraste por ejemplo con la elocuencia barroca de Hobbes, ha sido considerado claro, conciso, simple, racional, con gran sentido común, de argumentos sencillos, sobrios, equilibrados, realistas y moderados.
2. Contexto histórico. Resulta indispensable conocer el contexto político y social de Inglaterra para situar a John Locke. En Inglaterra, la burguesía llegó al poder en 1688-9, produjo la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII y convirtió a Gran Bretaña en el mayor imperio planetario del siglo XIX y parte del XX.
La última Tudor, Isabel I, reinó desde 1558 hasta 1603. Fue un período de gran prosperidad económica para la burguesía que realizaba negocios marítimos y para la gentry (clase terrateniente) asociada a ella. Estaba en auge la doctrina económica mercantilista, que implicaba una fuerte intervención estatal en los negocios, por lo cual la incipiente burguesía, en su mayoría puritana y hostil al anglicanismo, comenzaba a sentirse trabada por las reglamentaciones. Los puritanos, al igual que los hugonotes franceses, eran una vertiente del calvinismo. Tenían el ideal de conservar “la autoridad de las Sagradas Escrituras, la sencillez de los servidores, y la pureza de la primitiva iglesia”, intentando expurgar a la Iglesia Anglicana de todo vestigio de catolicismo por considerarla “romanista” o “papista”. Desde la época de Isabel, los puritanos estaban arraigados en las clases medias urbanas y la gentry. De acuerdo con Max Weber, la particular ética de estos protestantes puede ser interpretada como uno de los factores del surgimiento y desarrollo del capitalismo.
La Armada Invencible española, enviada por Felipe II para invadir Inglaterra, fue derrotada en 1588, año marcó el declive definitivo del poderío naval español en beneficio de la flota inglesa. Comenzaba la decadencia de una España católica frente al desarrollo de una Inglaterra protestante. Fue la etapa del apogeo del poder marítimo inglés, amasándose grandes fortunas comerciales e industriales. Jacobo I, el primer Estuardo, ascendió al trono en 1603. Carecía de la autoridad y el respaldo de los Tudor y era un defensor del poder absoluto, la uniformidad religiosa y la persecución de los católicos, estableciendo una monarquía de derecho divino y afirmando que “a los reyes se los reverencia, justamente, como si fueran dioses, porque ejercen a manera de un poder divino sobre la tierra”. Los monopolios que otorgó a sus favoritos trabaron la libertad comercial, lo cual provocó una ruptura de la alianza entre el absolutismo estatal y el individualismo burgués, produciéndose un enfrentamiento entre la nobleza y la burguesía, que reclamaba autonomía, derechos individuales, libertad económica y religiosa. El hijo de Jacobo, Carlos I, estuvo en el trono desde 1625 hasta 1649. Con él aumentaron los problemas con el Parlamento, y el conflicto se precipitó por una cuestión de impuestos debido a la guerra con Francia: en 1628 el Parlamento redactó una Petición de Derechos por la que se declaraba ilegal la exacción de impuestos o tributos sin su consentimiento y el encarcelamiento sin juicio. Estas eran medidas defensivas que remitían a la tradición política inglesa de protección de los derechos individuales y de la propiedad en un ambiente de gran intranquilidad política. Carlos I decidió disolver al Parlamento en 1629 e implantó su fórmula de gobierno: la monarquía absoluta. Impuso un nuevo impuesto sobre los buques, depuró a la Iglesia Anglicana de puritanos y dio a ésta un carácter más “romanista”. Además, permitió realizar fiestas en los días domingo, lo cual provocó una fuerte oposición, descontento y emigración entre los puritanos. Había un claro ambiente revolucionario.
A principios de la década de 1640 comenzó la Guerra Civil inglesa, que decidiría la cuestión suprema acerca de la autoridad política: monarquía absoluta o Parlamento. El rey fue apoyado por la nobleza, los grandes terratenientes, los católicos y los anglicanos en contraposición al Parlamento, apoyado por la gentry, los pequeños terratenientes, la burguesía comercial e industrial y los puritanos. En 1649, Carlos I fue ejecutado, se suprimió la Cámara de los Lores (nobles), y Cromwell, que lideraba a todas las capas comerciales y burguesas, destruyó los principales vestigios del feudalismo en Inglaterra. Entre 1649 y 1658 se instauró la Commonwealth de Cromwell, Lord Protector del país, pero pronto restableció una fórmula absolutista disolviendo al Parlamento pues “Dios ya no necesitaba de sus servicios”. Los intentos de rebelión fueron cruelmente reprimidos como “el castigo justo impuesto por Dios a los bárbaros miserables”. Poseía un poderoso ejército de Ironsides, concedió importantes ventajas comerciales a la burguesía (Ley de Navegación de 1651 y tratados comerciales con Holanda y Francia) y obtuvo importantes victorias militares frente a Holanda y España. Al morir Cromwell en 1658, había un clima de anarquía general. La única solución posible parecía ser la restauración de los Estuardo, por lo que Carlos II fue invitado por el Parlamento a volver a Inglaterra. Con Carlos II se inició el período de la Restauración (1660-85), inclinándose por un Estado absolutista similar al descrito en el Leviatán de Hobbes y una fuerte propensión hacia el catolicismo. En 1675, Locke emigró a Francia, y regresó a Londres en 1679, año de la muerte de Hobbes y de la proclamación de la Ley de Habeas Corpus por el Parlamento. Ya estaba en ciernes la supremacía social y económica de la burguesía, la cual estimaba que la estructura del Estado debía descansar en el poder legislativo (Parlamento) y no en el poder ejecutivo real. La fuente del poder provenía de un nuevo principio político: el contrato, que debía prevalecer sobre la doctrina de la monarquía de derecho divino. La muerte de Carlos II llevó al trono a Jacobo II (1685-8), católico declarado que pretendía el poder absoluto y que desafió frontalmente a la burguesía. En 1688, los protestantes se rebelaron contra la tiranía católica y Jacobo II huyó a Francia. Este episodio desencadenó lo que se conoció como la “Revolución Gloriosa” de1688-9, la primera de las revoluciones burguesas de Europa y América. Esta Revolución se produjo cuando el Parlamento logró que Guillermo de Orange y su esposa María regresaran a Inglaterra en noviembre de 1688 con una poderosa flota. Este rey protestante, en una incruenta incursión, ganó su corona con el apoyo de los Whigs (liberales) -para quienes el derecho del monarca provenía de un contrato entre la nación y la monarquía- e incluso de los Tories (conservadores).
El Parlamento adoptó la Declaración de Derechos (Bill of Rights) que limitaba el poder de los monarcas y garantizaba el derecho del Parlamento a elecciones libres y a legislar. Además, el rey no podía suspender al Parlamento ni imponer impuestos o mantener un ejército sin la aprobación del mismo. También se aprobó la Ley de Tolerancia, por la cual se garantizaba la libertad de cultos. En 1689, Locke publicó su obra más importante: Dos tratados sobre el gobierno civil, considerado como la vertiente teórica de la Revolución Gloriosa y el fundamento clásico del liberalismo. Las consecuencias de la Revolución Gloriosa fueron por lo tanto muy importantes, pues se trató del triunfo final del Parlamento sobre el rey, marcando el colapso de la monarquía absoluta en Inglaterra, dando el golpe de gracia a la teoría del derecho divino a gobernar y estableciendo el advenimiento de la era burguesa en Occidente. Locke y la Revolución Gloriosa contribuyeron decisivamente a los ideales revolucionarios estadounidenses de 1776 y franceses de 1789, en la Declaración de Derechos de la Constitución Estadounidense y en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esta pacífica revolución señaló el triunfo definitivo de una nueva estructura social, política y económica basada en los derechos individuales, la libre acción económica y el interés privado, creando las premisas políticas para el ulterior desarrollo del capitalismo en Inglaterra y el mundo. Fue la culminación de un proceso que comenzó con la Guerra Civil y que benefició para siempre los intereses de la burguesía eliminando las supervivencias feudales.
3. El aporte de John Locke. Leía a los filósofos contemporáneos, especialmente a René Descartes, fundador del racionalismo y la filosofía moderna, combatiendo su tesis de las ideas innatas. A principios de la década de 1660 escribió Ensayos sobre la ley natural, donde insistía en que no puede existir conocimiento innato y que todo lo que conocemos, incluyendo el bien y el mal, es una inferencia derivada de nuestra experiencia. Pronto se convirtió en el filósofo liberal de los derechos individuales inalienables y el derecho a la rebelión. El estadista Lord Ashley, uno de los fundadores del movimiento Whig, lo contrató en 1667: se convirtió en su amigo, secretario, colaborador y consejero político. Ashley estaba en favor de una monarquía constitucional, un heredero protestante al trono, la libertad civil, la tolerancia religiosa, la supremacía del Parlamento y la expansión económica de Inglaterra. En 1666-7, Locke escribió Ensayo acerca de la tolerancia, que contenía los argumentos centrales de su futura Carta sobre la tolerancia de 1689. Consideraba que un súbdito estaba justificado al no obedecer si el poder le ordenaba realizar algo pecaminoso. Desde este período en adelante, Locke sostendrá que lo más importante en la política son los derechos del individuo y no el orden y la seguridad del Estado. En 1680, los Whigs querían asegurar que la sucesión al trono recayera en un protestante con el fin de evitar una monarquía absoluta al estilo francés. Los argumentos de Locke fueron usados como objetivos políticos de los Whigs, una defensa del derecho a la resistencia y a la rebelión cuando el gobierno no cumple con los fines que se le han encomendado. Locke ya estaba redactando sus célebres Dos tratados sobre el gobierno civil, razón por la cual se exilió en 1683 en Holanda, refugio de disidentes políticos o religiosos, donde permaneció durante cinco años. En 1685, su nombre apareció en una lista enviada a La Haya de 84 traidores buscados para su extradición por el gobierno inglés. Tuvo que ocultarse y cambiar de nombre y residencia durante un breve período, pues efectivamente había sido un activista involucrado en operaciones revolucionarias y portavoz de un movimiento político. Durante la Revolución Gloriosa de 1688-9, Locke volvió a Inglaterra en el mismo barco que la reina María, esposa de Guillermo de Orange, como el líder intelectual y portavoz de los Whigs. A partir de la ideas de Locke y de la acción whig, Inglaterra se convirtió en una monarquía constitucional controlada por el Parlamento.
4. Filosofía política. Los Dos tratados sobre el gobierno civil son la obra política más importante de John Locke. Se interroga acerca de “el gran problema, que en todas las épocas, ha agitado a la humanidad”: quién debe ejercer el poder. El argumento de Locke es no considerar al Estado como una creación de Dios, sino como una unión política consensuada y realizada a partir de hombres libres e iguales. El Primer Tratado es largo, pero muy efectivo en sus argumentos basados en la razón y el sentido común más que en la teología o la tradición. Después de terminar con este preparatorio trabajo de demolición, Locke comienza con la construcción de su propia doctrina política. Su intención originaria era responder a la pregunta: ¿a quién debemos obedecer? Pero el Locke del Primer tratado todavía no había descubierto lo que hoy consideramos como los principios fundantes del liberalismo. En esta primera parte sólo quiere refutar a el poder divinizado del monarca, y hay que leer el Segundo tratado para encontrar al padre de la teoría liberal y de la democracia burguesa. El Segundo tratado, como lo indica el subtítulo, es acerca del “verdadero origen, extensión y fin del gobierno civil”, considerado como una respuesta a las posturas absolutistas de Hobbes y los monárquicos. Consideraba que la ley natural está inscripta “en el corazón de los hombres” (II, 11). Consiste en ciertas reglas de la naturaleza que gobiernan la conducta humana y que pueden ser descubiertas con el uso de la razón. Todos los individuos tienen una racionalidad por la cual pueden discernir entre el bien y el mal, y cuyo primer y más fuerte deseo “es el de la autopreservación” (I, 88) y el de preservar la humanidad de dañar al otro (II, 6), pues la vida, la libertad y los bienes son propiedad de toda persona (II, 87), en tanto son sus derechos irrenunciables. El Segundo tratado es un texto clásico sobre la ley natural. La reacción inmediata al Ensayo fue de rechazo, considerándola como “una obra de filosofía Whig” y surgiendo una serie de acusaciones contra Locke por haber minado y cuestionado las bases de la ley natural. El empirismo de Locke niega la existencia de ideas innatas, pero su obra política deja de lado esta creencia y asume la existencia de derechos naturales innatos que provienen de la ley natural, impresas en “el corazón de los hombres”. Surge aquí un conflicto entre los supuestos fundamentales de su teoría del conocimiento y sus premisas políticas.
El Segundo tratado comienza con la gran pregunta de la filosofía política, ¿qué es el poder? Locke afirma que “es un derecho a dictar leyes [...] encaminadas a regular y preservar la propiedad, así como a emplear la fuerza de la comunidad en la ejecución de tales leyes y en la defensa de la República de cualquier ofensa que pueda venir del exterior, todo ello teniendo como único fin la consecución del bien público” (II, 3). Los seres creados por Dios viven en “un estado de perfecta libertad” natural y de igualdad, “sin subordinación ni sujeción alguna” (II, 4) y “sin verse sometidos a la voluntad o autoridad legislativa de ningún hombre, no siguiendo otra regla que aquella que le dicta la ley natural” (II, 22). Este principio de la libertad e igualdad es fundacional en la filosofía política moderna. Además, Locke reconoce que los hombres no nacen sujetos a ningún poder, pues “por la ley de la recta razón [...] los hijos no nacen súbditos de ningún país ni de ningún gobierno” (II,118). El hecho de que se trate de un estado de libertad no implica que sea un estado de absoluta licencia, no consiste en que “cada uno pueda hacer lo que le venga en gana” (II, 57). Amplía este concepto afirmando que la libertad consiste “en que cada uno pueda disponer y ordenar, según le plazca, su persona, acciones, posesiones y su propiedad toda”, y además que “nadie pueda verse sometido a la arbitraria voluntad de otro” (II, 57). La ley natural nos enseña a todos que, “al ser iguales e independientes, nadie puede perjudicar a otro en su vida, libertad, salud o posesiones” (II, 6). La libertad natural del hombre “consiste en su superioridad frente a cualquier poder terrenal” (II, 22), ya que al estar dotado con facultades iguales “no cabe suponer ningún tipo de subordinación” (II, 6). Locke presta enorme atención al tema de la propiedad y elabora su célebre teoría para explicar su origen y valor, base de la perspectiva burguesa y capitalista del mundo moderno, influyendo en teóricos posteriores como Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx. “Propiedad”, para Locke, es un término polisémico: en sentido amplio y general implica “vida, libertad y hacienda” (II, 87, 123, 173), y en un sentido más restringido, bienes, el derecho a heredar, y la capacidad de acumular riquezas. Para substraer a los gobernantes de cualquier intromisión en la propiedad privada, Locke afirmaba que ésta precede al establecimiento de la sociedad política o gobierno, y su empeño estuvo puesto en demostrar que los hombres pueden convertirse en propietarios, “cada hombre es propietario de su propia persona [...], el trabajo de su cuerpo y la labor de sus manos”, y si toma algo “y lo cambia del estado en que lo dejó la naturaleza, ha mezclado su trabajo con él y le ha añadido algo que le pertenece [...] y lo convierte en propiedad suya [...]que lo excluye del derecho común de los demás hombres [...] siempre que de esa cosa quede una cantidad suficiente y de la misma calidad para que la compartan los demás” (II, 27). Vale decir, el único título para poseer algo es el trabajo, ya que “aquello que inicia la propiedad es, precisamente, el acto de sacar algo del estado en que la naturaleza lo dejó”. Por ello, “el trabajo que me tomé en hacerlas salir del estado comunal en que se encontraban ha fijado en ellas mi propiedad” (II, 28). Es como un plato servido para todos, lo que yo me sirvo a mí mismo es mío y me pertenece, en palabras de Locke: “Aunque el agua que mana de la fuente es de todos, sin embargo nadie pondrá en duda que la que está en la jarra es de aquél que se molestó en llenarla” (II, 29). El nuevo producto, resultado de la creatividad humana aplicada a los recursos naturales, se transforma en parte del productor y le pertenece, naciendo así el derecho a la propiedad y convirtiendo al hombre en equivalente a propietario. El trabajo da a cualquier hombre el derecho natural sobre aquello de lo que se ha apropiado, y le imprime un sello personal que lo hace propio. Existe una fusión entre el sujeto trabajador y el objeto trabajado, al cual modifica y “a lo que se encuentra unido” (II, 27). La propiedad no es aquí ilimitada pues cada hombre podrá poseer legítimamente todo lo que pueda abarcar con su trabajo, ya que “la misma ley natural que nos otorga la propiedad, es la que le pone límites a la misma” (II, 31). Puedo aprovecharme de todo antes que se malogre, y lo que sobrepase ese límite supera a la parte que corresponde a una persona y pertenece a otros. Locke es muy claro y tajante: “La medida de su propiedad vendrá fijada por la cantidad de tierra que un hombre labre, siembre, cuide y cultive” (II, 32). Locke creía que el valor de cualquier objeto estaba dado y determinado, a grandes rasgos, por la cantidad de trabajo necesario para producirlo. Afirmaba que “de hecho, es el trabajo el que añade la diferencia de valor sobre cada cosa”(II, 40). En síntesis, “es el trabajo el que aporta la mayor parte de su valor a las cosas” (II, 42) y el que “otorga la mayor parte del valor que tiene la tierra” (II, 43). El derecho de propiedad tiene para Locke un carácter absoluto y es irrenunciable: existe en el estado de naturaleza y, una vez constituida la sociedad civil, el fin del gobierno será la preservación de la propiedad. Un sargento puede obligar a un soldado a marchar a la boca del cañón y un general puede condenarlo a muerte, pero ninguno de ellos puede disponer de su hacienda, arrebatarle parte de sus bienes o quitarle un solo penique de su bolsillo.
El hombre natural de Locke no es un salvaje hobbesiano sino un virtuoso anarquista racional poseedor de propiedades que respeta las pertenencias ajenas y vive en paz y prosperidad. Este idílico panorama se convertirá de hecho en un estado de guerra, debido a dos fuentes de discordia: la primera, que algunos “irracionales” traten de aprovecharse de otros pues los hombres no son perfectos; la segunda, los conflictos entre dos o más personas en donde no hay una tercera parte, un juez o un árbitro, por lo cual vencerá el más fuerte y no el más justo. La sociedad humana se multiplica y se hace más compleja, surgiendo cada vez más riesgos de conflicto: “la fuerza sin el amparo del derecho sobre la persona de un hombre da lugar a un estado de guerra” (II, 19), que es “un estado de enemistad y destrucción” (II, 16). Ello hace necesario que los hombres se constituyan en sociedad civil para evitarlo y “es una de las grandes razones que mueven a los hombres a reunirse en sociedad y salir del estado de naturaleza [para constituir una sociedad civil]. Pues, allí donde existe una autoridad, un poder terrenal al que apelar para obtener la oportuna reparación, desaparece el estado de guerra” (II, 21). Existen algunos hombres, desgraciadamente, que no están guiados por la razón y pretenden despojar a otros de sus propiedades, transgrediendo la ley natural y actuando como seres irracionales. Locke no explica de dónde surgen estos hombres ni cuándo o por qué. El estado de naturaleza degenera en un estado de guerra cuando éstos atentan contra la propiedad de otros. Para salir de este estado de naturaleza similar al estado de guerra, los individuos realizan un pacto o contrato por el cual se constituyen la sociedad civil y la comunidad política. El gobierno actuará como juez y protegerá los derechos -ya preexistentes- a la vida, la libertad y la propiedad. Su poder proviene del “consenso de los gobernados”. Los hombres “laboriosos y razonables” ven la necesidad de una institución que imparta justicia y los lleve a realizar un contrato, ya que no está garantizado que todos cumplan con los preceptos de la ley natural y la razón. Después de la Revolución Gloriosa se justifica el destronamiento de Jacobo II, sosteniéndose que había quebrantado el pacto entre el rey y el pueblo por su mal gobierno. El contrato se realiza para garantizar la seguridad de la propiedad de los individuos (vida, libertad y bienes) por la inseguridad existente en el estado de naturaleza. La legitimación y la autoridad del Estado surgen, precisamente, por la superación de la inseguridad y la protección de los bienes lockeana. En la Carta sobre la tolerancia, Locke hace una interesante descripción de las razones del pasaje del estado de naturaleza a la sociedad civil y política: “siendo la depravación de la humanidad tal que los hombres prefieren robar los frutos de las labores de los demás a tomarse el trabajo de proveerse por sí mismos, la necesidad de preservar a los hombres [...] [los induce] a entrar en sociedad unos con otros, a fin de asegurarse [...] sus propiedades [...]”. La sociedad, en el estado de naturaleza, posee la capacidad de organizarse armoniosamente sin necesidad de recurrir al orden político. Lo que obliga a instaurarlo es la impotencia de esa sociedad cuando su orden natural es amenazado por enemigos internos y/o externos. Se crea la sociedad civil y política a través de un contrato, y se crea al gobierno como agente de esa sociedad. La sociedad está subordinada al individuo, y el gobierno a la sociedad. La disolución del gobierno no implica la liquidación de la sociedad, como veremos más adelante. Los hombres pueden llevar a cabo promesas y pactos en el estado de naturaleza, pero “ningún otro pacto sirve para poner fin al estado de naturaleza entre los hombres, salvo aquel por el que acuerdan entrar en una comunidad y constituir un solo cuerpo político” (II, 14). Este párrafo pareciera indicar que en Locke hay un solo pacto, pero ya aquí es evidente la distinción entre sociedad civil y sociedad política. Si bien no lo hace muy claramente al principio, nuestro autor distingue con posterioridad entre la sociedad civil y la sociedad política, aunque la conformación de ambas pueda tener lugar al mismo tiempo. Es posible, como vimos, que un grupo de hombres en el estado de naturaleza viva en sociedad, pero si carecen de ese poder decisivo al que apelar, “podemos asegurar que [ese grupo] todavía se encuentra en el estado de naturaleza”(II, 89). Si bien existe la sociedad en el estado de naturaleza, Locke reconoce de manera explícita la distinción entre sociedad civil y sociedad política en el párrafo 211, y presenta tácitamente la idea de un segundo contrato mediante el cual se crea el gobierno.
A este “contrato” de gobierno, o sea, la relación entre gobernantes y gobernados, Locke prefiere denominarlo con el término trust, esto es, “confianza”. En Locke, es el pueblo, el que tiene el verdadero poder soberano, otorga a los poderes su confianza (trust) sin someterse a ellos, justificando la rebelión en el caso de que la autoridad no cumpla con sus objetivos. El poder político legítimo deriva de ese “contrato” entre los miembros de la sociedad, que no es un contrato verdadero porque los hombres no se someten al gobierno sino que establecen con él una relación de confianza. Además, cuando los hombres consienten formar una sociedad política, acuerdan estar atados por la voluntad de la mayoría, “de modo que todo el mundo está sujeto, por dicho consenso, a los acuerdos a que llegue la mayoría” (II, 96), “que se precisa para que los individuos ingresen o constituyan una república” (II, 99). Justamente este consenso de hombres libres es lo que da principio a cualquier gobierno legítimo en el mundo. El “gobierno civil es el remedio más adecuado para las inconveniencias que presta el estado de naturaleza” (II, 13), esto es, los problemas causados por el estado de guerra provocado por los “irracionales” que atropellan la vida, libertad y propiedad de los hombres laboriosos. Repite Locke constantemente que “el fin supremo y principal de los hombres al unirse en repúblicas y someterse a un gobierno es la preservación de sus propiedades [vida, libertad y hacienda], algo que en el estado de naturaleza es muy difícil de conseguir” (II, 123). En cuanto a los poderes legislativo y ejecutivo, los poderes naturales del hombre en el estado de naturaleza se transforman, gracias al contrato, en los poderes políticos de la sociedad civil, que son limitados. Por consiguiente, cuando “cierta cantidad de hombres se unen en una sociedad, renunciando cada uno de ellos al poder ejecutivo que les otorga la ley natural, a favor de la comunidad, allí y sólo allí habrá una sociedad política o civil” (II, 89). Por eso afirma Locke que “la sociedad política se dará allí y sólo allí donde cada uno de sus miembros se haya despojado de este poder natural, renunciando a él y poniéndolo en manos de la comunidad [...] que se convierte en el árbitro que [...] dictamina sobre todas las diferencias que puedan tener lugar entre los miembros de esa sociedad” (II, 87). En otras palabras, forman una sociedad civil “las personas que se unen en un cuerpo y disponen de una ley común así como de una judicatura a la que apelar, con autoridad para decidir en las controversias que surjan entre ellos y poder para castigar a los delincuentes” (II, 87). Participan de la sociedad política solamente aquellos que hacen el pacto de manera explícita. Locke es claro en este punto: “Cuando un grupo de hombres ha llegado a un consenso para formar una comunidad o gobierno, se incorporan en el acto al cuerpo político que conforman ellos mismos, en el que la mayoría adquiere el derecho de actuar y decidir por los demás” (II, 95). “Todo el mundo está sujeto por dicho consenso a los acuerdos a que llegue la mayoría” (II, 96).
5. Valoración de John Locke. Fue uno de los grandes ideólogos del paso de la era moderna a la contemporánea, a partir de su filiación con las burguesías protestantes inglesas que, agrupadas en torno de los whigs, llegaron a controlar el Estado en virtud de la Revolución Gloriosa. Su pensamiento ha ejercido una influencia decisiva sobre la constitución política del Reino Unido y de Occidente hasta la actualidad. Defendió la tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las religiones no cristianas. En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil, sentó los principios básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger: la vida, la libertad y la propiedad. Partiendo del pensamiento de Hobbes, Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un «contrato social» originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del poder. A diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta, sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado. La autoridad de los Estados resultaba de la voluntad de los ciudadanos, que quedarían desligados del deber de obediencia en cuanto sus gobernantes conculcaran esos derechos naturales inalienables. El pueblo no sólo tendría así el derecho de modificar el poder legislativo según su criterio (idea de donde proviene la práctica de las elecciones periódicas en los Estados contemporáneos), sino también la de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio tiránico del poder (idea en la que se apoyaron Jefferson y los revolucionarios norteamericanos para rebelarse contra Gran Bretaña en 1776, así como los revolucionarios franceses para alzarse contra el absolutismo de los Luises en 1789). Locke defendió la separación de poderes como forma de equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo. Al inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo de la mayoría, se le puede considerar también un teórico de la democracia contemporánea, hacia la que acabarían evolucionando los regímenes republicanos. Por legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar determinados límites (de ahí la idea de ponerlos por escrito en una Constitución). Estas ideas inspiraron al liberalismo anglosajón (reflejándose puntualmente en las constituciones de Gran Bretaña, Estados Unidos y varios países latinoamericanos) e, indirectamente, también al del resto del mundo (a través de ilustrados franceses, como Montesquieu o Voltaire).

lunes, 25 de abril de 2011

LÍA ALVAREZ ARAUJO

I.S.P Dr. Joaquín V. González.
Dpto. Lengua y Literatura.
Comisión “B”.
Literatura en Lengua Inglesa.
Alvarez Araujo, Lía.

Soneto 129.

En los sonetos shakesperianos la mujer aparece como objeto de deseo; se produce de esta forma una transgresión respecto del soneto petrarquino donde la mujer es idealizada, así como también el amor por ella (doble idealización). Podemos apreciarlo sobre todo en su dark lady, esta dama es tratada y retratada en su posición ambigua: banal y cotidiana. Un ejemplo de ello es el soneto 129, allí la voz lírica es masculina, es un amante que tiene como destinaria a la dark lady. Ella le pertenece en cuerpo aunque no sea su esposa, es su amante y sabe que no es el único como tampoco ella lo es. Esta voz lírica se permite alusiones de obscenidad, algo que no pasará en los sonetos dirigidos al joven bello. La dark lady está planteada desde su terrenalidad, la aleja de toda idealización.
Este soneto muestra la verdadera condición material humana y terrenal de amor, el amante posee a la dama en cuerpo y obediencia. Se insinúa la lujuria de la dama oscura, lujuria que es de ella:

(…) la lujuria es en acto, y hasta el acto
perjura, sanguinaria, traidora,
salvaje, extrema, cruel y ruda…

La relación entre estos dos sujetos es una relación clandestina. El amante no desea una relación pública, ese tipo de relación es a la que aspira que tenga la dark lady con el joven bello, relación que representa tanto el placer como la fertilidad (doble condición). La voz lirica pone énfasis en que el joven bello tenga una vida monógama con una sola mujer que le dé hijos, y la indicada para ello es la dama oscura. Esta voz lírica siente que ya es tarde para él, siente que ya ha vivido su vida y no gusta de sí mismo (Pero cuando el espejo me presenta/ tal cual soy, agrietado por los años…); razón por lo que quiere unir a esas dos personas, él no desea incluirse. Es notable la diferencia con los sonetos donde se incita al joven bello a formar una relación con la dama oscura, aquí no se hace presente la lujuria sino que se habla de una relación pública, una relación que tiene como fin la procreación.
En el soneto 129 se ve expresado de una forma muy clara el amor sexual, carnal; la caducidad, lo efímero, lo frustrante y reprochable. No estamos ante un idealismo, es totalmente opuesto a ello ya que muestra el mundo en el que estamos y lo que somos, muestra a la persona expuesta a su necesidad básica, a su deseo sexual.

VANESA ESCOBAR

ISP “Dr Joaquín V. González”
Departamento de Lengua y Literatura
Literatura en Lengua Inglesa
Comisión: 3ºB
Nombre y Apellido: Vanesa Escobar
Año: 2011


Análisis del soneto 129: el rol de la mujer.
En el soneto 129 la voz lírica tiene como destinatario a la dark lady, la mujer amante. En este soneto vemos la condición material, humana y terrenal del amor.
La relación existente entre la voz lírica y la dark lady es clandestina, elemento que parece tener influencias del amor cortés de Francia, propio del Medioevo. En el amor cortés, también se habla de una relación clandestina dada entre el trovador y la dama a la que estaban dedicadas las composiciones poéticas. La dama siempre era casada y noble. Se reproducía la relación de vasallaje dada entre el señor feudal y el vasallo, en este caso entre la dama casada y el trovador. Pero en el soneto de Shakespeare la relación es clandestina pero no porque la dark lady es casada sino porque ella le pertenece en cuerpo a la voz lírica pero esta no es su único hombre ni tampoco la dark lady es la única amante de la voz lírica. Ella es objeto de una relación que no tiene nada de ideal. Es un amor sexual, no tiene nada de platónico. Están presentes cuerpos que se atraen y se repelen. Contiene todo lo efímero y lo reprochable de lo carnal.
Por otro lado, si tomamos en cuenta el papel de la dama en las poesías de amor cortés, la vemos aparecer idealizada no solo a ella sino también al amor por ella. En estas composiciones vemos constantemente presente la religión de amor, la que se refiere a la adulación y devoción que el amante/poeta muestra hacia su dama que es casi un objeto de adoración divina, es decir, la dama es una especie de ser sagrado a la hora de amar. Estas ideas son transgredidas en los sonetos de Shakespeare, porque el objeto de deseo no aparece idealizado, está planteado en su terrenalidad profunda y en su duplicidad, sobre todo en la dark lady.
Shakespeare no se aparta de la idealización sino que se burla y se diferencia. Porque la dark lady es eso: bestial, avasalladora, lujuriosa, justamente lo contrario del objeto de deseo de los trovadores de la Edad Media.

ROBERTO GABRIEL PASSERINO

Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”
Lengua y Literatura
3º “B”
Literatura en Lengua Inglesa
Roberto Gabriel Passerino
T. P. Nº 2
25/04/2011

El amor y las relaciones no procreativas en el soneto 147
En el soneto 147 se habla del amor no procreativo entre el poeta y el joven bello, en donde es evidente (de forma implícita) el deseo del poeta de que su relación con el joven bello sea finalizada porque ese tipo de relación, al no ser procreativa, es pecaminosa :

“Mi amor es como fiebre que delira
por el mal que agudiza el sufrimiento,
nutriéndose de cuanto el mal preserva
para aplacar deseos enfermizos.”

El poeta debe resistir el deseo de amar al joven, ya que “el deseo es muerte sin remedio” y lo que él quiere es que esa belleza del joven se perpetúe en la vida, y él pueda disfrutarla, ya que no hay placer mejor que el ser un admirador de la juventud, la belleza y la inteligencia.
El poeta se halla en esta situación de enfermedad por haberse dejado llevar por el deseo, ya que creyó obrar bien al haber sido engañado por la apariencia del amor hacia el joven: “Juré que eras blanca y radiante,/y negro infierno eres, noche oscura”.
Puede ser un poco desconcertante ese “blanca” en femenino. ¿A quién se dirige en realidad el yo lírico? En su idioma original, esa palabra no distingue género (“For I have sworn thee fair, and thought thee bright”) pero el traductor debió optar por uno, avalado por su interpretación de a quién está dirigido este soneto. Según mi punto de vista, este soneto está dirigido al amor que el poeta tiene al joven bello, un amor personificado, que recuerda el tratamiento que se le daba al Amor en tiempos de Dante Alighieri y el Dolce Stil Nuovo. Esto se ve en el díptico final, en las dos formas del verbo “ser” en segunda persona que caracterizan directamente al amor que él tenía por el joven.
En este díptico también se ve la dicotomía entre el ser y el parecer, tópico de la época isabelina que se halla presente en muchas obras de la época, particularmente en Shakespeare mismo.

sábado, 23 de abril de 2011

EZEQUIEL BALFAGON

Breve comentario sobre la importancia del tiempo en los sonetos de Shakespeare

En el soneto 123 de Shakespeare la voz lírica le habla al tiempo, lo personaliza y dialoga con él. El soneto es un cara a cara con el tiempo, un enfrentamiento. Pero un enfrentamiento en el que esta voz se reconoce derrotada de antemano; sabe que está limitada por su finitud. El tiempo es el verdugo. Pero a pesar de que esa batalla con el tiempo está perdida antes de iniciarse, el consuelo es la conciencia de ese límite; conoce la ventaja que sobre él (la voz lírica da en todo momento indicios de ser masculina) tiene el tiempo y a la vez lo irracional y cíclico de su funcionamiento:

“Por ser corta la vida, nos sorprende
lo antiguo que reiteras y que impones,
cual si fuera lo nuevo que deseamos
y si no conociéramos su historia”

Un mecanismo similar opera en el poema Las cosas de Jorge Luis Borges, en el que luego de una enorme enumeración de elementos concluye:

“…¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.”
También aquí podemos apreciar la idea de finitud y conciencia de lo temporal. Se asume el irremediable enfrentamiento con la muerte como un acto real y natural del ser humano, pero también se hace notar la necesidad de seguir presente y la manifestación de la voluntad de vivir a pesar de ese destino ya prefijado:

“Por mí, te juro que he de ser constante
a pesar de tu hoz y de ti mismo”

Para Shakespeare el tiempo es fundamental, ya que temas como el amor están planteados en términos de continuidad, de historias de identidades de sujetos concretos que no pueden ser sustituidos por otros. El ciclo de vida cobra prestigio y se enaltece a través del amor. En la figura del joven bello se insta a la procreación y continuidad de la especie; además de la condición pecaminosa del no procrear, el problema que se pone de relieve es la pérdida de esa belleza en la discontinuidad.
En la dark lady se nos figura la imagen de la persona expuesta a la premura de la carne, la imagen opuesta a la mujer ideal, es la condición humana y material del amor, donde también entra en juego la idea del tiempo y la continuidad, ya que ella es la imagen de la procreación. Con ella se puede obtener el mismo placer que con las otras mujeres, pero además sus condiciones de fertilidad, que son superiores a las de las otras, le permitirá continuar con su descendencia.

lunes, 18 de abril de 2011

Trabajo sobre los sonetos de Shakespeare

HOLA GENTE. ENVIEN SUS TRABAJOS SOBRE EL SONETO DE SHAKESPEARE QUE ELIJAN A LA DIRECCION DE MAIL, QUE LUEGO LOS SUBIRÉ AL BLOG.

godsavethechair@gmail.com

jueves, 14 de abril de 2011

PARA EL LUNES 18 DE ABRIL

LOS SONETOS DE SHAKESPEARE YA ESTAN EN LA FOTOCOPIADORA LLAMADA COPY@R . SABEN CUAL ES. TRATEN DE IR EN HORARIOS NO PICO PUES AL TENER MUCHA GENTE PREFIEREN QUE ENCARGUEN LO QUE NECESITAN, OSEA, NO LO HACEN EN EL MOMENTO. POR LO MENOS SEÁ ASÍ ESTA PRIMERA PARTE DEL AÑO, ESO ME DIJO EL FLACO DEL LOCAL. UN PEDIDO: YO NO ALCANCE A COPIAR LAS CONSIGNAS SOBRE LOS SONETOS. SI ALGUIEN ES TAN AMABLE DE DEJAR ESO EN EL COMENTARIO ACÁ ABAJO SE LOS AGRADECERE. ASI LOS QUE NO PUDIERON IR SE ENTEREN DE LO QUE NECESITAN. USEMOS ESTE BLOG COMO UNA ESPECIE DE FORO. MIL GRACIAS.

domingo, 3 de abril de 2011

EL PROGRAMA 2011

LOS QUE QUIERAN TENER EL PROGRAMA DE LA MATERIA, ENVIAR UN MAIL A godsavethechair@gmail.com Y SE LO ENVIAREMOS ADJUNTO EN ARCHIVO WORD.